Más allá de la ya conocida frase de que somos el único mamífero que consume leche de otros animales después de la etapa de lactancia, lo cierto es que no se si te has fijado en las dimensiones de una vaca en relación al ser humano. La leche de vaca está especialmente preparada para que el ternero tenga todas sus necesidades cubiertas y para que duplique su tamaño en menos de dos meses.
Otro dato que es importante entender es, ¿qué es la lactosa y cómo funciona metabólicamente hablando? La lactosa es el único hidrato de carbono de la leche vacuna. Un disacárido compuesto por dos azúcares simples: glucosa y galactosa. Para su metabolización, debe degradarse en el intestino delgado a través de una enzima llamada lactasa, la cual nuestro organismo deja de producir después de los primeros años de vida, lo que impide el desdoblamiento de la lactosa en adultos, y el consiguiente efecto perjudicial conocido como intolerancia a la lactosa. Este se intenta resolver a través de procesos industriales de refinación para obtener las famosas «leches sin lactosa” (texto reproducido de el libro «Lácteos y trigo« de Néstor Palmetti).
Para colmo, en la cría industrializada de animales, se utilizan un sin fin de tóxicos de los que nosotros somos los receptores finales: hormonas de crecimiento, antibióticos para contrarrestar posibles enfermedades debido a la crianza masiva, y piensos de pésima calidad, en vez de su alimento natural obtenido a través del pasto (recordemos el mal de las vacas locas, relacionado con los piensos de despojos cárnicos de las que se alimentaban).
En general, la leche de vaca, los quesos y los productos lácteos, son extremadamente ácidos y nos producen mucha flema y mucosidades cuando los ingerimos, desechos metabólicos que se quedan alojados nuestros diferentes órganos y son causantes de toxemias corporales. En el caso de la acidez que producen, nuestro cuerpo contrarresta el efecto, alcalinizando con calcio y otros minerales que extrae de nuestros huesos, dientes y tejidos, es decir, nos estamos descalcificando igualmente, consiguiendo el efecto exactamente contrario.
Como sustituto a las leches procesadas que la industria nos propone (leches sin lactosa, desnatadas o ricas en calcio…) existe una alternativa completamente natural, es decir, sin procesar: las leches vegetales caseras.
La primera tendencia a la hora de buscar sustitutos o alternativas, son las leches vegetales de supermercado, que están bien para momentos puntuales pero cuyo consumo no es sostenible en el tiempo, no deja de ser un procesado más, que además genera residuos debido a su envase, a los bricks en los que viene.
Un apunte sobre esto, la leche vegetal más consumida como sustituto de la leche de vaca suele ser la de soja, pero es bastante indigesta. Además, suele haber un consumo excesivo de la soja en sus distintas variantes, ya que no solo me refiero a sus variantes más saludables, que son los fermentados: tempeh, tamari, miso… o en el tofu, o como base láctea ( yogures, queso, nata, margarina…) sino que, solo hay que fijarse en los ingredientes de otros productos que se consumen a diario para ver que muchísimos productos industrializados contienen proteínas de soja y derivados… y eso por no hablar de la soja transgénica. Pero no entremos en pánico, tenemos alternativas para evitar el abuso de cualquier alimento y para consumirlo en la mejor de sus versiones.
Volviendo al tema de las leches vegetales caseras, ¿por qué no aprender a prepararnos nuestras propias leches vegetales? Se nos abre entonces un abanico enorme: leche de almendras, anacardos, de nuez, de semillas de cáñamo, de avellanas, de sésamo, incluso de piñones o de semillas de girasol…
Un dato:
Las leches vegetales de frutos secos crudos tienen más proteínas completas que los productos lácteos, además de ser ricas en aceites, vitaminas, fibras y minerales.
Las leches se hacen muy fácilmente, aguantan de varios días en la nevera (unos 3) y podemos añadirles especias a nuestro antojo para hacerlas a nuestro gusto: canela, cardamomo, cacao, limón, menta, dátiles, miel, ágave.. y pueden ser la base de nuestros deliciosos lattes.
Aquí tienes la receta de la leche de almendras.
Tener en cuenta en la preparación de leches vegetales:
- Previo a elaborarlas, en general, es recomendable dejar a remojo las semillas o los frutos secos, si te interesa conocer con detalle la razón, échale un vistazo a nuestro artículo sobre el activado de semillas y frutos secos.
- Dado que aguantan poco en la nevera, se pueden congelar sin problema, si es que hacemos demasiada cantidad y no vamos a consumirla en el momento. Quedan perfectamente después de descongelarse.
- Solo necesitamos una batidora y una bolsa de leche vegetal para elaborarlas, y en muchos casos, como en la leche de anacardos, o si las elaboramos con manteca de frutos secos, no es ni siquiera necesaria la bolsa. Si la batidora no tiene mucha potencia, recuerda que, probablemente necesitarán, entonces, más tiempo de triturado.
- Si vas a añadirle dulce, recuerda hacerla primero sin nada (incluso sin las especias) y añadírselo en el momento de consumir, evitando así que se corten.
- En el caso concreto de que te cueste digerir la leche de almendra, por una cuestión de nuestras bacterias intestinales, prueba a dejar las almendras en remojo 48h. Hazlo en la nevera y cambiando el agua más o menos cada 12 horas. De esta manera se facilita mucho su digestión.
- La mejor manera de conservarlas, es guardarlas en botella o bote de cristal y situarlas en la parte más fría de la nevera (que suele ser en la parte media y al fondo).
- Por último, las leches vegetales caseras se pueden calentar, pero no sobrecalentar, ya que, por encima de los 70ºC se suelen cortar, en conclusión, caliéntalas si te apetece, pero con cuidado y moderación.